miedo escénico

Miedo escénico, fuente de ansiedad para los intérpretes

Uno de las mayores fuentes de ansiedad en la interpretación consecutiva es el miedo escénico.
Imagínate…
Te llamaron hace un par de semanas para realizar un encargo. Lo aceptaste sin más. Al fin y al cabo estás más que preparada para estos menesteres. No le das mayor importancia y sigues con tu vida.


Llega el día D. Atuendo correcto y discreto. Llevas el tema preparado, bien estudiado. Tienes la lista completa de participantes, sabes quiénes son las autoridades e invitados que asisten, cómo dirigirte a ellos, la jerarquía y el protocolo a seguir. De hecho, has apuntado la lista en tu libreta, junto a los tratamientos protocolarios y los títulos correspondientes a cada interlocutor.


Llevas tres bolígrafos y un lápiz, por si acaso falla algo, incluso si utilizas la tablet que es maravillosa (ver techforword ¡son increíbles!).

Las hojas de la libreta están preparadas con el margen a la izquierda, trazado simétricamente con una regla en todas ellas, con tanta precisión, que parecen recién salidas de la imprenta.


Preguntas discretamente por el organizador/a, te pones a su disposición y te ubicas donde puedes escuchar mejor, o dónde te dejan estar. Suele ser el lugar más oculto que pueden encontrar, al fin y al cabo, no eres importante. Tampoco te importa demasiado porque lo que más te interesa es escuchar bien y anotar cómodamente.


Comienzan las intervenciones y empiezas con la toma de notas, sintetizando ideas, comprendiendo y estructurando tus anotaciones en diagonal,  utilizando esos símbolos que cuidadosamente has preparado desde que empezaste tus estudios. Todo controlado, parece que nada puede fallar. Con prisas, sin pausas.


Acaba la intervención. Te levantas, de pronto miras al frente y hay decenas, a veces cientos de personas pendientes de ti. Te sientes observada, analizada, criticada. Estás ante el enemigo que ataca en silencio. De pronto ves que te bloqueas, que no te sale la voz, parece que te recorre un escalofrío por la espalda y un frío estremecedor invade tu cuerpo. “¡No recuerdo nada!”. “¡Qué horror!”. “¡Me quiero desmayar!”. “¿Qué es lo que he apuntado, Dios mío?”. Son apenas unos milisegundos, pero parecen una eternidad.


Te colocas en posición firme pero relajada, casi de bailarina porque te da seguridad. Inspiras profundamente en dos tiempos, espiras en cuatro y finalmente te lanzas. Al principio te da la impresión de que tu voz apenas se oye, pero a medida que vas hablando, recobras fuerzas,  seguridad y volumen. Te olvidas de lo que te rodea, te centras en tu prestación y empiezas a disfrutar. Fluyes. Por fin. Ya estás tranquila. Sientes que puedes con todo lo que se va a presentar.
Confía en ti. Fluye. Déjate llevar… 

No Comments

Post A Comment